jueves, 7 de junio de 2012

La historia en píldoras El maestro de Campo Arcís, la maestra de los Ruices y el acertijo para el lector

El maestro de Campo Arcís, la maestra de los Ruices y el acertijo para el lector...



Sin palabras: el maestro de Campo Arcís llegó a prohibir la salida de los niños durante las horas de clase para que sus padres no se los llevaran al campo. Solución: los padres no los mandaban a la escuela.


Ignacio Latorre Zacarés

Artículo de http://www.enrequena.es/




El miércoles se inicia la gran fiesta del libro de Requena: la Feria del Libro. Con sus veintiocho ediciones, la tercera en antigüedad en la Comunidad Valenciana, se ha consolidado como un gran evento lector donde toda una comarca sostiene una feria cuya seriedad está avalada por los 16 libreros y editoriales que participan año tras año y la colaboración de numerosas entidades y colectivos ciudadanos que han logrado hilvanar un intenso e interesante programa en medio de esta crisis descomunal. ¿Podrá la crisis con la belleza, con el arte? El que suscribe esto cree que no, que en tiempo de crisis siempre quedará el consuelo de oír Radio Clásica, leer buenas novelas, contemplar interesantes exposiciones, emocionarse con el flamenco puro, beber un buen vino, admirar cuerpos bellos... Tal como se despedía Ramón Trecet en sus programas: “Buscad la belleza que es la única protesta que vale en este asqueroso mundo”. En eso deberemos refugiarnos amigos.


Pero el caso es que en mis manos cae un manuscrito que está en el horno (léase imprenta) para ser presentado en la Feria del Libro de Requena: “La educación en Requena (1539-2003)”. El autor es Alfonso García Rodríguez que ha realizado una ardua y fructífera investigación editada como una magnífica monografía que analiza la educación en la Requena urbana y rural a lo largo de 5 siglos (¡!) . En su libro no se olvida de nada (pero de nada): la escuela rural, las dificultades de la alfabetización, la educación de las mujeres, las deficiencias de conocimientos de los propios maestros y sus escasísimos sueldos, el absentismo escolar, la educación secundaria, la enseñanza pública y privada, las lamentables infraestructuras con que han tenido que bregar alumnos y maestros, los métodos pedagógicos, la LOGSE, etc.

Poderosamente nos llama la atención el recorrido cronológico que realiza por la enseñanza en las aldeas requenenses donde esforzados maestros pagados con precariedad absoluta (a mitad o menos de sueldo que los maestros de Requena ciudad) luchaban contra todas las lacras posibles que podían darse en la educación: escuelas-cuadras, falta absoluta de material escolar, analfabetismo reinante, nula preocupación de los padres, absentismo a troche y moche, casas de maestros insalubres, etc., etc.

Uno de los ejemplos que nos propone el libro es el informe que en 1912 elabora D. Antonio Sellés, el maestro de Campo Arcís. D. Antonio se lamenta de que el absentismo de sus alumnos, provocado por el desinterés de sus padres que los preferían ayudándoles en el campo, hacían que la enseñanza en la aldea estuviera en una situación catastrófica. Dejemos a D. Antonio con sus propias palabras, que no necesitan interpretación:

“y como en esta escuela ha faltado el orden en la asistencia de los niños a clase, de ahí que el estado general de los niños no sea el que todos deseábamos. En todas partes, la asistencia a clase tiene sus lunares de interrupción, pero desorden tan general como he visto en esta Escuela, no lo he conocido en ninguna otra parte: para nada me han servido las múltiples visitas que he hecho de casa en casa de mis alumnos y el sinnúmero de súplicas y consejos para que no interrumpieran sus hijos la asistencia cotidiana a las clases. La peseta diaria se ha sobrepuesto a los cinco duros que el mañana puede recoger; el llevar la me¬rienda a sus padres han podido con el capital de ciencia que sus hijos podrían explotar cuando estos llegaran a hombre.”

Sin palabras: el maestro de Campo Arcís llegó a prohibir la salida de los niños durante las horas de clase para que sus padres no se los llevaran al campo. Solución: los padres no los mandaban a la escuela.

Pero ahora les propongo un juego: ¿adivinan qué fecha tiene el informe de la maestra Mercedes Juanico que ejercía en la escuela de Los Ruices? Dª Mercedes nos describe una escuela donde no hay agua (ni tampoco en las casas) y los alumnos beben en botijo por lo que reclama que uno es insuficiente y pide tres botijos más y un cántaro. Son los propios niños quienes limpian la escuela, pero como no tienen materiales de limpieza, la maestra solicita escobas, barreños, cubos con escurridera, fregonas, bayetas, lejía, salfumán, esponjas, recogedores, estropajos... El inodoro es un nido de ratas y pide que, al menos, se ponga tapadera. En la biblioteca escolar no ha entrado un libro en años. La pizarra está inservible, no hay botiquín (ni una venda), las ventanas sin persianas, la leñera en la propia clase sin cortina que lo separase del aula, goteras por doquier, no hay canaleras de desagüe, se pide al menos que haya un magnetófono...

La descripción de la casa donde vivía Dª Mercedes con su hija es casi peor. Dos de las habitaciones son donde pasa la consulta el médico y esperan los pacientes (en medio de su casa), las ventanas están sin pasador (parece que mucha intimidad no se podía tener), las goteras son una constante, no hay canales de desagües, no se ha pintado en años, el piso está mal, no hay depósito de agua...

Ahora les toca a ustedes: ¿saben el año del informe? Pues 1975. Aún estábamos así hace tan poco. Mi amigo Juan Carlos, historiador ruicense, bien se acordará de esta escuela rural que le tocó vivir.

Dª Mercedes Juanico se despedía en su informe: “Esperando con ilusión su ayuda y aguardando sus noticias, aprovecho la ocasión para ponerme a su disposición”. ¿Más disposición aún cabe

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